La Procesión en recuerdo del terremoto del 8 de marzo de 1832

Desde hace siglos la Sagrada Espina representa el corazón pulsante de la religiosidad de los habitantes de Petilia. De Petilia y de todas partes del mundo, en cualquier lugar se encuentren, los peregrinos llegan al Santuario. Durante el camino, andan, también a pie, a veces descalzos, para expresar gratitud, para pedir gracias.

 Cada año, exactamente el segundo viernes de marzo, una procesión de penitencia serpentea del pueblo hasta el Santuario. Es una moltitud de personas en movimiento, en memoria del fuerte terremoto que sacudió el territorio de Petilia el 8 de marzo de 1832. Contrariamente a lo que se esperaba, pocas fueron las muertes y mínimos los daños. Los agradecimientos fueron solemnes. Cada segundo viernes de marzo, los habitantes en camino, pasando por las calles del pueblo, alcanzan hasta el Santuario. El centurión despeja la ví Su órdenes son perentorios: ¡Adelante!, ¡Alto!

 El desfile de los penitentes se abre con Jesús Cristo, vestido de rojo, una guirnalda de espinas que rodea la cabeza, cubierta por una capucha de la que se vislumbran sólo los ojos del portador que interpreta a Jesús y que tiene que mantenerse en el anonimato en frente a la gente. Otro centurión, durante las estaciones, azota con una cadena la grande pieza de madera, El pueblo, colocado a ambos lados, participa en el absoluto y religioso silencio. A la derecha y a la izquierda de Cristo están los dos ladrones, y detrás, los portadores cargados con cruces más ligeras. Todos con la vestiduras y la capucha violeta. El camino es largo: más allá de las casas, además de las huertas, bajando hacia el puentecillo del río Soleo, de donde empieza la subida, empinada y difícil, atormentada por las piedras, hasta el Santuario, que en aquel día se convierte en Gólgota. La procesión precisamente es dicha “’u Carivaru”, el Calvario.

El Santuario es como un genial amuleto enclavado en el flanco de la montaña, en medio de castaños y de robles: una majestuosa balaustrada que permite a la mirada un espectáculo hasta el mar.